En 1792, se enfermó y se encontró totalmente sordo. Estos eventos causaron un cambio radical. La alegría desapareció lentemente de sus pinturas; los colores se tornaron más obscuros y su modo de pintar más libre y expresivo. Continuó su trabajo como el artista de la Corte pero buscó inspiración en otras partes — “para hacer observaciones que las obras comisionadas no permiten y para expresar la fantacía y invención sin limite”. El pintó para sí mismo. No tenía mucho respeto hacia los reales quienes intentaron complacerle y posar para el. Expusó las debilidades de ellos en sus pinturas, demostrando sus personajes verdaderos. Un ejemplo es el retrato del Rey Ferdinando V11 de España, especialmente en sus expresiones faciales.

“El Sabado de las Brujas”
1797-98
Museo Lázaro Galdiano, Madrid, España

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